viernes, 30 de octubre de 2020

¿Qué espero yo de esto? ¿Quién soy? ¿De la vida? ¿Yo?

Ser consciente. Fortaleza y amenaza. Caparazón.

¿Cuándo se convirtió en algo negativo? Me gustaba eso de mí. Mostrarme. Ser verdad.

Ya nunca lloro. Ni me río de verdad. Filtro. Filtro. Filtro.
Ya nunca me rompo. ¿Queda algo por romper?¿Qué queda de mí?

Búsqueda constante. Incansable. Pero estoy muy cansada.
Doblegarse. Sonreír. Tensión.

No, joder, que yo no soy esto. Que soy mucho más. Mira cómo te lo demuestro. Mírame, joder. Quiéreme, joder. Si no lo haces tú, cómo lo voy a hacer yo.

Quitar lo que sobra. Ser esencia.

Ahora vas y lo compartes.

viernes, 11 de octubre de 2013

Ay, Joaquín.

Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar los pecados veniales,
condenar a la hoguera los archivos.

Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le siguen dos puntos suspensivos.



domingo, 24 de febrero de 2013

Firmado, tu pelirroja, tu violento amor.

Supongo que no me queda otra. Estoy pagando la penitencia que yo misma me he impuesto, enterrada en una tumba que sólo yo he cavado.
Nunca se trató de decidir, fingir y olvidar. Éramos algo más. Éramos huracanes, volcanes en erupción, una tormenta de arena. Éramos lo que nunca hubiésemos imaginado, lo que nunca se nos hubiese permitido. Éramos tú y yo, sin ningún rastro de nosotros. Éramos querer, éramos poder, pero fuimos cobardía. Puse a tu nombre mi talón de Aquiles.

Y sin embargo, aquí estoy. Escribo, sufro y siento. Por ti. Por mi. Por ese "nosotros" tan lejano.
Imaginarlo. Cosquilleo. Remordimiento.
Aún recuerdo cuando me abrazabas y me repetías que no querías hacerme daño, cuando cada jueves despertaba con un mensaje tuyo. Sigo teniendo mucho que decirte, pero mis cadenas son de sal. Que te echo de menos, que me faltas y que lo siento. Que el primer pensamiento del día siempre es para ti. Que me alegro de que al menos uno de los dos sea feliz.

Tienes razón, nunca te quise, todo era un juego.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Y llega ese día en que te miras al espejo y no te reconoces. ¿Dónde están tus ojeras y tu flequillo? ¿Qué ha sido del brillo de tus ojos? Todo eso ha sido sustituido por un vacío acaparador y desbordante. 
¿Qué fue de lo que eras hace un año? Del sufrimiento, del desgarro. 
¿A dónde fueron tus ganas de huir? Correr, gritar, saltar. Ya no eres tú. Ya no soy yo. 
Ya ni siquiera en escribir encuentro estabilidad, ni siquiera esto me sacia. 
Inquietudes, preguntas y vacío otra vez. 
Mi elixir no es eterno, ni tan siquiera elixir. Llegará el día en que me vuelva a preguntar el porqué de todo esto y tiemble al escuchar la respuesta.
Nadie, nunca, nada, no.

martes, 31 de julio de 2012

Derribo el muro que sujeta a la bestia.

¿Sabes? Siempre me gustaron los imposibles. Jugué una y otra vez a quemar distancias, a barrer sonrisas y a enmarcar recuerdos. Aprendí a dar mi todo por un nada y a confiar en el tiempo. Amé. Caí demasiadas veces al profundo pozo de esa soledad lejanamente conocida, de la cual nunca creí poder salir.

Y apareciste tú: tan cercano, tan posible. Un faro en una noche de tormenta, la rama de olivo, mi nada por un todo. Esos dieciocho lunares. El único que me ha dado razones por las que escribir, el único por el que arriesgarse.

martes, 24 de abril de 2012

Y allí estaba ella, sentada en aquel bar: sola, a pesar de la gente que reía a su alrededor; fría, sin percibir los 30 grados de la calle; vacía, ignorando el puto volcán que estaba a punto de entrar en erupción en su interior. Se decepcionaba a sí misma día tras día, cerveza tras cerveza, y se juraba que aquella sería la última vez.

Cuando dejó de distinguir el sabor de aquel líquido amargo en su boca salió de allí, prometiéndose cambiar de vida hasta el sábado siguiente. Corrió todo lo rápido que pudo, intentando luchar contra las agujas del reloj (esas que tanto le angustiaban), hasta que llegó a ese rincón oscuro, su rincón de paz en la contaminada ciudad.

Se tumbó en aquel césped, mirando las estrellas, y pensó. Pensó y reflexionó como hacía mucho tiempo que no hacía. Abrió los cajones que no se había permitido tocar en meses, y rompió a base de recuerdos la pared que tanto le había costado construir alrededor de su corazón.

Ya no le quería, claro que no, pero era imposible dejar de sentir, en todos los aspectos y magnitudes. Se rió de sí misma, y de todas las veces que había repetido que estaba olvidado. De todas y cada una de las veces que se había refugiado en otros labios, cuando lo único que realmente quería era fundirse en sus manos, navegar en sus ojos, perderse en su olor.

Y lloró. Lloró bajo aquella noche estrellada prometiéndose, una vez más, que aquella sería la última vez.

jueves, 5 de abril de 2012

If you hear me, let me know.


Ojalá pudieras verme y notar cuánto he cambiado, cuánto he crecido. Ojalá pudieses apreciar esa sutil diferencia. ¿Realmente llegamos a conocernos alguna vez? ¿Sabes que me pongo nerviosa cuando tengo que pedir en un restaurante o cuando voy a pagar en una tienda? ¿Y de mal humor cuando tengo hambre?

Ojalá hubiéramos llegado a ese punto de ingravidez en el que con una mirada sobra lo demás. Pero no había miradas, no en nuestra historia. Ojalá no fuesen todo palabras y realmente tú pudieras leerme como un libro abierto, ojalá conocieras todas y cada una de mis neuras. Ojalá me hubieras visto evolucionar a tu lado, ojalá hubiésemos sido uno solo, y no dos mitades separadas. Ojalá hubiésemos sido tan “NOSOTROS” que no pudiésemos concebir un diminuto “tú y yo”. Ojalá hubiéramos llegado a hacer todo aquello que prometimos que haríamos juntos algún día.

Ojalá. Ojalá fueses capaz de mirarme y darte cuenta de que, a pesar de todo, sigo siendo la misma niña tonta que se eriza al recordarte. Sí, ojalá a pesar de todo.